VIDA DE ORACIÓN
La Misionera del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe, en razón de su vocación está llamada a testimoniar y proclamar el amor misericordioso del Padre; por ello centrará su existencia en el encuentro con Dios y formará con sus hermanas una comunidad orante, imitando a Jesús, quien vivía en continua comunicación con su Padre. “Muy de madrugada, antes del amanecer, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí comenzó a orar” (Mc.1, 35).
Nuestra Congregación es esencialmente apostólica, por su naturaleza, por lo tanto, la oración diaria, personal y comunitaria nos es indispensable y de vital importancia para construir la vida fraterna en común y para que nuestro servicio a la Iglesia y a los hermanos sea fecundo. Porque, dice el Señor: “Sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15, 5).

1. Primacía de la oración
Nuestra consagración religiosa constituye una total pertenencia al Corazón de Jesús, pone todo nuestro ser y vida de cara a Dios y nos hace vivir únicamente para Él. Esta consagración nos exige que cultivemos “con asiduo empeño el espíritu de oración y la oración misma” que nos ayuden a descubrir a Dios que nos ama, en nuestros hermanos, en los acontecimientos y en toda la creación. (cf. Jn.4, 10. 23).
Fieles a las mociones del Espíritu Santo y a las exigencias de nuestra propia consagración, la oración en nuestro Instituto debe llevar el sello de una espiritualidad que tiene sus raíces en la voluntad misma de Dios y, de acuerdo a nuestra Madre Fundadora, debe ocupar el primer lugar en nuestra vida, pues es un medio imprescindible para amar a Dios sin medida; por ello dedicaremos diariamente a la oración personal al menos una hora.
“Jamás debemos conformarnos de hacer oración nada más cuando estamos en la capilla; debemos trabajar día a día en que nuestra vida entera sea una oración continuada”. Por consiguiente, todas las actividades las realizaremos en una actitud orante.
2. Oración apostólica y reparadora
La Misionera del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe ha de vivir la oración como expresión de su compromiso apostólico. Su súplica constante debe ser: Reina Corazón Divino de Jesús; y que se digne convertirla en un instrumento para la extensión de su Reinado.
En su oración y en todos sus actos tendrá en cuenta el espíritu de reparación de nuestra Congregación, de manera que contribuya al restablecimiento del orden divino.